Una situación verdaderamente caótica se vivió ayer en el Aeropuerto Carlos Ibáñez de Punta Arenas debido a la cancelación por parte de la aerolínea Latam de un vuelo, su fallida reprogramación y la nula capacidad de solucionar los problemas generados, donde los pasajeros esperaron por horas una solución que, acusan, fue tardía y pobre.
A ello se sumó el gasto extra que tuvieron que hacer los indignados viajeros que literalmente no tenían ninguna respuesta por parte de la aerolínea.
La situación que se vivió fue realmente caótica y es que, a los pasajeros varados, se sumaron las extensas filas para documentar el equipaje, donde la aglomeración de personas era tal, que mantener el distanciamiento social o cualquier otra medida sanitaria fue imposible de mantener, en un contexto donde la pandemia no da tregua.
Uno de los pasajeros que vivió esta situación fue Armando Romero Vargas, quien viajaba junto a su familia en un vuelo a Santiago con Latam a las dos y media de la mañana. “Estábamos en el avión, y esperamos un buen rato, fueron como dos horas, cuando nos hicieron bajar porque el avión presentaba problemas en un motor. Nos hicieron descender y nos tuvieron esperando otro rato más, fue como una hora más y recién ahí, después de todo lo que nos hicieron esperar, nos informan que el vuelo no va a salir”, comentó.
En su caso, cuando le comunicaron esto le ofrecieron un ticket de colación de $6.900 pesos, pero en el aeropuerto eso alcanza para un café y un pan de miga. Además, les ofrecieron un voucher con una compensación económica (de 50 dólares). Sin embargo, esta fue simplemente una promesa vacía, que les hicieron para calmar los ánimos de los molestos pasajeros y es que esta compensación nunca llegó, y más encima no se la ofrecieron a todos los pasajeros.
Retraso y perjuicio
Agrega que reprogramaron el vuelo, para las 20,10 horas de la tarde de ayer, él y su familia ya habían esperado casi un día, cuando le vuelven a informar que el vuelo, que ya estaba reprogramado, se había vuelto a cancelar y que lo iban a reprogramar otra vez, a las dos de la mañana de este sábado y sin ninguna explicación ni tampoco con la certeza de que esta vez sí los iban a embarcar. Añadió que él es de Valparaíso por lo que al llegar a Santiago debía tomar un bus, pero con esta nueva reprogramación llegaría en un horario en que no hay buses y por lo tanto tendría que esperar nuevamente en el aeropuerto.
Por su parte, Macarena Villarroel Peña, acompañaba a su mamá y a su hermano, quien viajó de Porvenir, para ir a Santiago. Dijo que a ella le habían cancelado varias veces el viaje. “Soy de Magallanes, pero tengo un alojamiento pagado desde el jueves en Santiago y quién responde. Además, son cuatro viajes al aeropuerto y eso tiene un costo que supera los 40 mil por el taxi y ellos quieren indemnizar con 50 dólares (que además ni siquiera se los han pagado). Hemos esperado horas y nos dicen que llamemos al call center”.
Sin respuesta ni soluciones
Esta es otra de las situaciones que generó la molestia de los pasajeros. Y es que debido a la tercerización de servicios, no había ningún representante de la empresa Latam y la respuesta de quienes los atendieron no pertenecía a la empresa, y por lo tanto no podían darle ninguna prioridad. Además, añadió, que se habían ido cambiando los turnos del personal de Latam y cada vez que ocurría un fallido embarque la solución volvía a fojas cero. Indicó que en total eran alrededor de unas 140 personas en problemas y en todo el día sólo le ofrecieron una barrita de cereal a seis personas.
Asimismo, José Mereles debía viajar junto a sus tres hijos y para ello pago el arriendo de un departamento en La Serena, así que con la cancelación del vuelo gastó más de 90 mil pesos, por un servicio que no pudo usar “y son recursos por los que ahora nadie responde. Nunca hubo ninguna compensación”, criticó.
Niños y adultos mayores
Los pasajeros acusan que como “solución” a las familias les pedían que embarcaran a los niños en otros vuelos, sin sus padres. Adultos mayores a los que les cobraron 190 mil por reagendar el vuelo, ya que el horario impuesto por la aerolínea no le servía. Personas enfermas que viajaban a controles de especialidad que se perdieron porque no pudieron llegar. En resumen, no hubo certezas y tampoco soluciones.
De la misma manera, Julio Barrera, tenía un vuelo a las dos y media de la mañana, por los problemas de locomoción se fue a las diez de la noche del día jueves al aeropuerto. “Nos subimos al avión y nos dijeron que la nave presentaba una falla en un foco de alumbrado de aterrizaje, eso fue más de una hora, después el avión salió de la puerta de embarque y al entrar en la pista nos dicen que había un problema en el motor, volvió a la puerta de embarque donde esperamos dos horas más, cuando nos dicen que hay que
desembarcar. Ahí recién nos informan que todo estaba cancelado”.