Lo más fuerte y desgarrador del cuarto día de juicio en contra de los asesinos del estudiante magallánico Roberto Verdugo Vargas, ultimado cruelmente el 13 de enero del año pasado a manos de Adalio Mansilla Quinchamán y su sobrino Fabián Peña Mansilla, fue el testimonio que entregaron los padres del joven.
Esto puso punto final a la rendición de la prueba que presentó durante el desarrollo de este juicio oral el fiscal Fernando Dobson Soto.
Sólo falta que los defensores, José Miguel Navarrete y Rodrigo Lillo, hagan lo propio esta mañana y finalmente los jueces entreguen su veredicto.
A estas alturas ya tienen absolutamente claro cómo le quitaron la vida al estudiante del Instituto Santo Tomás, quien una vez terminada la carrera de Contabilidad esperaba cumplir su sueño de estudiar Astronomía.
Todo quedó trunco porque Roberto tuvo la mala fortuna de cruzarse ese 13 de enero de 2023 con el verdadero verdugo que lo mató y mutiló, como lo confirmaron los peritos que declararon durante el juicio.
El peor hecho de sangre que haya conocido Punta Arenas en su historia, ocurrió al interior de una vivienda de calle Carlos González Yaksic. La víctima iba camino a su casa, después de salir a bailar a una disco con amigos, cuando tomó la mala decisión de entrar a compartir un vaso de pisco con Adalio y Fabián, a cambio de 2 mil pesos. Esto sería lo último que haría en vida.
“Lo que le ocurre a Roberto dentro de ese domicilio es la muerte más horrenda y brutal que cualquier ser humano puede recibir”, afirmó el fiscal durante el juicio.
Fue brutalmente agredido, recibiendo múltiples golpes de puño en su rostro. Múltiples lesiones cortopunzantes en su cabeza, cuello, cuerpo y extremidades. Y luego mutilaron su cuerpo.
Hablan los padres
Roberto y Alba, los padres de la víctima, declararon ayer por separado en el juicio. Lo hicieron por videoconferencia, a través de la plataforma “Zoom”, a petición expresa del matrimonio que no quería estar cerca de los asesinos de su hijo. El padre tenía miedo de reaccionar de mala forma. Algo entendible, absolutamente.
De lo que dijeron a los jueces se desprende que hay algo que compartirán por siempre. Y es que a ambos padres los “mataron” en vida.
La fuerza para seguir adelante la obtienen del hijo menor, de 11 años. Pese a la carga emocional que arrastran saben que no le pueden fallar. Aunque es tremendamente difícil. Sobre todo en fechas tan sensibles como las que se vienen: Navidad y Año Nuevo.
“Se nos vinieron abajo todos los sueños”, partió declarando un abatido padre, de actuales 59 años de edad.
“En casa ya prácticamente no se celebra el Día del Padre y el Día de la Madre. Y Navidad no es como antes”.
“Ese enfermo no debió andar nunca suelto en la calle”, señaló dolido el progenitor.
“Miro por la ventana pensando que volverá”
“Lo tuve a los 20 años de edad”, confesó la madre, sobre su hijo Roberto, quien ahora tendría 23 años.
“Era un joven muy, pero muy bueno, que quería seguir estudiando”.
El viernes 12 de enero fue la última vez que lo vio con vida. Temprano en la tarde los cuatro (padre, madre y los dos hijos) fueron a Zona Franca y pasaron al cine.
Alrededor de las 21 horas llegaron devuelta a casa. Roberto les pide permiso para salir con unos amigos.
“Anda, pero con cuidado hijo. Y vuelve en taxi o Uber. Salí a dejarlo al portón y le pasé 10 mil pesos en efectivo para que se movilizara. Nosotros nos acostamos temprano porque trabajábamos al otro día, en un puesto que teníamos en la fiesta costumbrista”, narró la madre.
Al día siguiente, a eso de las 9 de la mañana, su esposo le comenta que Roberto no había llegado. “Tiene que haberse quedado en la casa de un amigo pensé, pero me resultaba casi imposible porque él siempre me avisaba”.
Llamado de un “taxista”
Apenas salió le envió mensajes de whatssap y lo llamaba, pero el hijo no respondía.
Hasta que siendo las 11 de la mañana, cuando estaban en el expasaje Retiro, volvió a marcar y ahí le contestan el teléfono.
Ella asegura que “fue este tipo”, en alusión a Aladio Mansilla, el que le contestó. “Soy taxista y su hijo olvidó el celular en mi auto”, respondió el sujeto.
“Usted lo puede devolver, para que mi esposo lo vaya a buscar. Estoy en Tres Puentes haciendo una carrera, me dice, y de ahí me colgó. Y a mi esposo le comenté que ese tipo estaba borracho o drogado, porque tenía la voz rara. Seguí llamando y enviando mensajes y no respondió más”.
A las tres de la tarde llamó al hijo menor quien le señaló que su hermano aún no llegaba.
Una hora después volvieron a casa y al llegar se encontraron con un procedimiento policial, cerca de donde viven ellos, en calle Carlos González.
Carabineros con overoles blancos realizando peritajes.
“Algo pasó en esa casa. Le digo a mi esposo que pare, para bajarme a preguntar qué sucedió. Pero él me dice mejor que no porque no te van a decir nada. Había muchos carabineros y empecé a llamar a los amigos de mi hijo, pero nadie sabía nada. De ahí pasaron las horas y nada. Al final, como las diez de la noche, fuimos a la PDI a interponer una denuncia por presunta desgracia”.
En esos momentos los primos y amigos empezaron a subir afiches en todas partes, pidiendo antecedentes del paradero de Roberto.
“Pasó la hora hasta que me vine a enterar que era mi hijo el que estaba en esa casa (donde estaban los carabineros)”, recordó llorando.
Fue una oficial mujer de la policía uniformada la que llegó a darle la terrible noticia. “No lo podía creer. Menos que le hicieran tanto daño. Si querían robarle porqué no hicieron eso y nada más. No se merecía lo que le hicieron”, complementó entre lágrimas.
“Hermanito regresa”
El hijo menor le envió ese día un whatsapp a Roberto. Le puso “¡hermanito regresa, te necesito y él ya no estaba!”.
Vivir o cargar con este calvario es imposible. Están destrozados como familia. “No sabemos qué hacer. Tenemos que vivir el día a día para salir adelante para tratar de estar en pie. Todos los días le pido a mi hijo que nos dé esa fuerza para estar bien y poder criar a su hermanito. Porque estos tipos nos destrozaron la vida. Ya no hay Navidad, Día del Papá o la Mamá. Él era el primero en saludarnos en esas fechas”.
La contención viene por el lado de estar siendo tratados con especialistas médicos, psiquiatras y psicólogos.
Los fármacos es lo único que les permite conciliar el sueño. “Yo no podía dormir, porque me levantaba todas las noches a ver en la ventana si mi hijo volvía. Le decía a mi esposo estoy segura que va aparecer en algún momento. Y que no era él quien había muerto. Cada vez que sentía ladrar los perros iba a mirar a la ventana”.
“Al final sólo quiero pedir que estos tipos que asesinaron a mi hijo no vuelvan a salir nunca más, para que no le hagan daño a otra familia. Y que paguen por todo el daño que nos causaron, aunque ya nada será lo mismo. Pido justicia para que mi hijo pueda descansar en paz”, indicó finalmente la madre.
Pese a la carga emocional que significó escuchar el testimonio de los padres de la víctima, ni Adalio ni Fabián mostraron signos de arrepentimiento o respeto por el dolor ajeno.
Fuente: La prensa austral.