A 5 meses del accidente que arruinó su vida, joven colombiana lucha día a día por recuperarse de las graves lesiones

Lina María Sánchez, la joven de 23 años, que viajó desde su natal Colombia a Punta Arenas, llena de ilusiones en busca de mejores expectativas de vida, jamás se le pasó por la mente que un conductor ebrio le arrebataría para siempre esos sueños.

La mañana del domingo 20 de noviembre de 2022 quedará registrada de por vida en la retina de la malograda ciudadana extranjera, madre de un pequeño de dos años de edad.

Ese día viajaba de acompañante en un vehículo Ssangyoung Korando, el que fue alcanzado violentamente cuando cruzaba la esquina de las calles Balmaceda y Chiloé. Por esta última arteria se desplazaba el automóvil Hyundai que conducía en estado de ebriedad y bajo los efectos del consumo de sustancias psicotrópicas, Bastián Alfonso Soto Igor, de 20 años de edad, quien fue detenido y enviado a la cárcel de Punta Arenas a cumplir prisión preventiva mientras concluye la investigación.

Preliminarmente se informó que el sujeto no respetó la luz roja del semáforo y que guiaba a exceso de velocidad y sin tener licencia.

Drama

Esta historia va por dos vías. La primera es la legal, que se ventila en tribunales. Pero, la otra es la arista humana de este caso.

Una joven que luego de meses recién acaba de ser dada de alta. Claro que un alta provisoria, porque siempre está volviendo al Hospital Clínico. Una ligazón que se mantendrá en el tiempo y con cuidados muy personalizados, porque perdió la capacidad del autocuidado. El delicado estado de salud impide dejarla sola. Ya no se puede valer por sí misma.

Por lo mismo, sus padres hacen un esfuerzo titánico por estar a su lado y no dejarla sola.

La madre, Marlene Maca, llegó a Punta Arenas el 24 de diciembre de 2022. El esposo, José Sánchez Guerrero, se vino un mes antes, el 24 de noviembre.

Estar lejos de su país, con muy pocos apoyos, es una situación tremendamente difícil para el matrimonio. Además de tener que dejar a sus otros hijos en Colombia.

Proceso muy duro

“Hemos vivido un proceso muy duro desde que llegamos. Pero hemos encontrado gente que nos ha tendido una mano y colaborado con entrega de canastas, transportes y eso hace que estemos un poco mejor. Pero todo esto es un proceso muy largo y agotador. A mi hija falta aún que le hagan cuatro cirugías, sin contar las otras 16 operaciones a que fue sometida”.

Este accidente les cambió la vida por completo. Cuando su hija salió de Colombia la sentenció a que no se verían por mucho tiempo, porque Punta Arenas para ellos es un destino de muy difícil acceso, por los altos costos aéreos.

Cuando se despidieron le dijo: “No esperes que te vaya a visitar a ese lado tan lejos, y mire usted cómo son las cosas de la vida, como madre me tocó venir a auxiliarla y a atenderla”.

Reconoce que “todo esto ha sido muy duro porque acá no tenemos a nadie. Y para que a mi esposo le den empleo cuesta mucho porque tiene que tener papeles. El es motorista, maneja camiones bulldog, realiza transportes. Por lo menos hace poco encontró un trabajo lavando platos en un restaurante y está a la espera del primer sueldo.

Viven de allegados en casa de unos amigos de la pareja de su hija.

“Gracias a Dios hay fundaciones que nos han tendido una mano, mediante canastas y con eso vamos saliendo”

“Mi hija necesita compañía, se le va un poco la mente, entonces tengo que estar pendiente de ella. Las secuelas del accidente son muchísimas”.

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