Como tantos comunicadores, podía decir que su pasión era escribir, su único norte la noticia, su intención informar y contar historias. Pero, para Alfredo Fernández Gallardo su amor eterno era la radio.
Lo anterior no debe llevar a equívoco, porque aunque reconocía que los tiempos habían cambiado, el hombre de la noticia de Ultima Esperanza se había preocupado de estar acorde a los nuevos tiempos. “Cuesta esto de las redes sociales, el celular y el computador, más para uno que está acostumbrado a la grabadora, el papel y el lápiz”, confesaba con su particular sonrisa, que hacía cuestionar si realmente hablaba en serio. Se fue, se marchó en búsqueda de la noticia eterna. Tenía 74 años y pese a la fragilidad de su salud se mantenía activo, siempre alerta y atento a la información, señalaba, reiterando algo sabido por todos: “Mejor que nadie conozco Ultima Esperanza y lo que pasa en Puerto Natales”.
Y claro, el hombre era una enciclopedia provincial. Con una capacidad mental digna de sana envidia, Fernández era capaz de recordar nombres, sucesos y fechas a prueba de fallos. En su “disco duro” atesoraba momentos históricos de la tierra que lo recibió hace décadas (desde Osorno), de los cuales fue testigo privilegiado gracias a su labor reporteril.
En La Prensa Austral
Fue en los ‘80 cuando se puso “la camiseta” de La Prensa Austral. Se convirtió en el corresponsal de este medio escrito y de la mano de su amigo Manuel Suárez Arce fueron los impulsores del suplemento El Natalino. El desafío era grande, ir tras la noticia, escribirla y enviarla sagradamente (en bus) todas las semanas en papel y sobre. A veces era una tarea contra el tiempo, a la cual se sumaría el reportero gráfico Luis Carabantes (también fallecido), con el teléfono fijo como único aliado para las correcciones y la información de última hora. Con el correr de los años vendría el disquete y luego el cambio que significó la irrupción de las redes sociales. Alfredo Fernández seguiría ahí, “al pie del cañón”.
Los nuevos tiempos lo llevarían al diario electrónico, a su trabajo de comunicador en la Municipalidad de Torres del Payne y a la corresponsalía en canales de la televisión regional, pero a mantenerse conectado siempre con aquel viejo amor que era la radio. Y por supuesto, con su también amante eterno: el diario, con el cual se mostraba siempre llano a colaborar.
Tras su partida, en Punta Arenas (será trasladado a Natales), quedará en el recuerdo de muchos la estampa de este pequeño gran hombre en las calles de Puerto Natales, su sonrisa amable, su mirada ladina y la pregunta que muchas veces rompía los esquemas. Pero, por sobre todo, la calidad humana que reconfortaba a quienes lo conocieron y el consejo del “viejo sabio” que se sabe gato ‘e campo.
Fernández deja historias, 4 hijos profesionales, y “ríos de tinta” como dicen en el periodismo. Y un amor y entrega por el trabajo que en estos nuevos tiempos de los cuales alcanzó a ser parte, sigue siendo un fuego sagrado que hoy más que nunca cuesta encontrar.