No hay duda de que nuestra región y, en especial la comuna de Punta Arenas, está atravesando uno de los peores momentos de la pandemia del Covid-19. Desde el 21 de agosto pasado iniciamos la segunda cuarentena debido a los altos números de contagios y todo señala que estamos viviendo nuestra propia segunda ola. Hoy se cumplen 87 días desde iniciado el confinamiento y nada parece indicar que la medida esté siendo todo lo efectiva que quisiéramos.
Es evidente que la cuarentena, de la manera en que se está aplicando, adolece de varias falencias. En primer lugar y, debido a su extensión temporal, son muchas las personas que por necesidad la mayoría o desobediencia, probablemente las menos, no la están respetando. Lo anterior se puede observar en los niveles de movilidad que son apreciables a simple vista. También es cuestionable que el toque de queda comience a las ocho de la tarde cuando estamos teniendo luz natural hasta pasadas las diez de la noche, con lo cual es válido preguntarse si aún cabe tal restricción en dichos márgenes horarios o si no será mejor ir permitiendo salir a las personas al aire libre en vez de permanecer encerrados, siempre con las medidas sanitarias de resguardo.
A lo anterior, se suman los negativos efectos que tan prolongada cuarentena está provocando en nuestra economía regional. Hemos sostenido reuniones con representantes de diversos rubros como el turismo o el comercio, quienes nos han informado de la dramática situación en que se encuentran y la necesidad imperiosa de ir retomar algunas actividades. Realidades como las descritas han provocado, además, la realización de manifestaciones como caravanas que todos hemos podido ver y que, sin duda, irán en aumento.
Nadie está planteando que ignoremos la difícil situación sanitaria en que nos encontramos, basta recordar que los recintos hospitalarios están funcionando casi al máximo de sus capacidades, pero sí que se sinceren las cosas y evaluemos entre todos y de manera responsable, la mejor manera de hacer frente a la pandemia en este momento. En grandes ciudades como Santiago, que ya está funcionando casi con normalidad, los contagios no aumentaron ni siquiera después de las fiestas patrias y, al parecer, la clave está en que la ciudadanía ha respetado las normas más básicas de cuidado, como son el uso de mascarillas en todo momento, el lavado de manos o uso frecuente de alcohol gel y la mantención de la distancia física.
Sabemos que el anuncio del avance de las vacunas que se están desarrollando en varios países no pueden hacernos pensar que ya tenemos la solución a la pandemia. Primero los estudios aún no concluyen y, entre el proceso de elaboración y distribución de los miles de millones de dosis que se requieren en todo el mundo, podrían pasar varios meses antes de que podamos disponer de dichos insumos médicos.
Lo más sensato es que nos hagamos a la idea de que viviremos en “modo Covid” durante un largo tiempo aún. Pasarán muchos meses antes que podamos volver a reunirnos con nuestros seres queridos al calor de un quincho, pero quizás si tomamos todos los resguardos del caso, sería factible que la autoridad sanitaria reconozca que un encierro tan prolongado, al final, no cumple con el objetivo que se busca. Tal vez llegó la hora de revaluar las medidas y confiar en que, de verdad, estamos preparados como comunidad para entrar en una etapa de transición donde la responsabilidad y el autocuidado debieran ser un imperativo ético para todas y todos.
Fuente: El pingüino