Inmueble lo arrendaron hace algunos años, luego que debieran radicarse en el norte del país intentando salvar la vida de uno de los suyos.

Un llamado de Carabineros fue el portador de la triste noticia. Una familia magallánica, radicada en el norte del país, fue informada que minutos antes su propiedad en Punta Arenas había sido destruida por un incendio.

Fue el inicio de una pesadilla. Y no sólo por la pérdida material de la construcción que mantenían en arriendo, sino por su significado, la carga emotiva y los recuerdos que representa para un grupo familiar.

Gabriela Mancilla Barrientos y su hija Gabriela Ortiz se radicaron en la zona centro del país (hoy en San Antonio) en 2018. Atrás quedaba Punta Arenas y parte del dolor que había significado el drama vivido con uno de los suyos. El hijo de Gabriela Mancilla, Alfredo Ortiz, de 43 años, había ingresado en agosto de 2011 al Hospital Clínico afectado por un fuerte dolor de cabeza. Lo que fue una atención de urgencia se convirtió en una internación que se prolongó por meses, que significó la operación de un tumor cerebral y que terminó con el deceso del paciente luego de permanecer 7 años postrado.

Madre e hija recuerdan que la propiedad siniestrada el martes 1 de agosto en calle Señoret (entre Pérez de Arce y Bellavista) fue levantada con mucho sacrificio. “Compramos la propiedad y luego con la familia, incluyendo a mi hermano que estaba bien, levantamos la casa”, recuerda Gabriela Ortiz.

Eran tiempos de trabajo y sacrificio, pero también de lo que califican de buenos momentos. “Fuimos juntando peso a peso hasta que pudimos adquirir una propiedad e instalarnos con un bar en Punta Arenas (en Avenida Independencia), donde todos trabajábamos y hasta hacíamos completos para vender. Nos iba bien”, señalan.

No obstante, el destino dijo otra cosa. Vino el problema médico y hubo que vender para trasladar a Alfredo a Santiago, incluso costeando un avión ambulancia. El mismo comprador del local terminó arrendándoles la vivienda de calle Señoret, siendo la persona que el pasado martes salvó del incendio, reconociéndoles su responsabilidad y comprometiéndose a asumir los gastos que demandará la reconstrucción del inmueble. “Esto nos tiene muy mal. Fue terrible cuando nos informaron por teléfono lo que había sucedido…”, señala Gabriela Mancilla con voz quebrada desde San Antonio.

Dice que más allá de lo material todo encierra sentimientos, recuerdos, desde las ilusiones por tener la casa propia y de poder hacer realidad un sueño “a pulso”, hasta el dejar Punta Arenas para intentar salvar la vida de uno de sus seres queridos.

Por eso, lo de hace algunos días no fue otra cosa que la extensión de un dolor que persiste, que asumen y que intentan enfrentar con el recuerdo siempre presente de uno de los suyos.

FUENTE: LA PRENSA AUSTRAL.

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